Tu retratito, lo traigo en mi cartera donde se guarda; el tesoro más querido; y puedo verlo a la hora que yo quiera aunque tu amor para mí ya esté perdido. -Antonio Aguilar.
Porque te amaré, solamente te lo advierto y aunque no quieras; yo te he de seguir mirando, pues tú bien sabes que lo nuestro fue muy cierto y tu retrato me lo está justificando. -Antonio Aguilar
Yo te he de ver y te he de ver y te he de ver aunque te opongas y te apartes de mi vida y si yo pierdo mi cartera sin querer de nueva cuenta te mando un retratista. -Antonio Aguilar
Por la mañana, te miro muy temprano luego te guardo y te miro más al rato y por la noche te tiento con la mano aunque no seas más que el purito retrato. -Antonio Aguilar
Por eso mi alma te pido que comprendas y sin recelos me des la vida entera, si eso es motivo para que tú te ofendas de todos modos, te traigo en mi cartera. -Antonio Aguilar
Yo te he de ver. y te he de ver y te he de ver aunque te opongas y te apartes de mi vida y si pierdo mi cartera sin querer de nueva cuenta te mando un retratista. -Antonio Aguilar.
Entre los accesorios básicos del ciudadano promedio se encuentra la cartera. Este objeto rectangular, además de ser escogido por el individuo que la porta, de cumplir ciertas características favorables para el mismo, es casi tan personal como una habitación. Dentro de ella, pueden encontrarse el capital monetario del que se puede hacer uso tangible, las tarjetas de crédito (el uso imaginario), las de presentación y, aquí nuestro punto de interés: fotografías. Una billetera puede venir a ser el álbum miniatura, portátil. A parte de otras razones, Moles sostiene que el sujeto consume por su necesidad de apropiación y también por el fetichismo que esto podría desencadenar. Cuando alguien se vuelve dueño de una fotografía y, siendo esto insuficiente, lo guarda no en un lugar estático y específico sino en una cosa tan movible y pegada a sí mismo que es su cartera, lo hace puesto que esa imagen significa algo para él, tiene cierto valor sentimental y es menester reafirmarlo. Esta costumbre (a pesar del opacamiento que podrían causarle los celulares que ahora almacenan imágenes), es característica no de una sola sino de diversas generaciones: abarca desde adolescentes hasta abuelos. Es un lugar común de las parejas jóvenes, o de las parejas en general: todo enamorado es un fetichista. Cargar un retrato el día entero, revisarlo de vez en vez, se transforma en una especie de recordatorio, de que la persona está ahí para el dueño: la pareja, el santo que le sacará de pobre o le resolverá la vida si lo voltea de cabeza, el hijo que se ha ido a probar suerte a otra ciudad, la madre, los amigos… hay un miedo de olvidar, una nostalgia que necesita reafirmarse con aquel presente eterno y congelado. El sujeto abre la cartera buscando la fotografía que sustituye pero a la vez significa aquella persona. El retrato es una pausa y casi una certeza del tú, entonces, allí, para mí; tú eres la fotografía. Se recorrieron distintos sectores de la ciudad, se abordaron individuos diversos para comprobar lo anterior expuesto. Este trabajo pretende funcionar a manera de registro, donde las imágenes son los argumentos.
Fuentes
* Eco, H (2006). Apocalípticos e integrados. México, D.F.: Tusquets. * J.J.N.A., Un congreso internacional analiza en Menorca la función del diseño. El País, Consultado en Diciembre 1, 2008, de http://www.elpais.com/articulo/cultura/MOLES/_ABRAHAM_A/filosofo/Abraham/Moles/afirma/vivimos/imperio/signos/destaca/papel/disenador/elpepicul/19871015elpepicul_6/Tes/ * Leggat, R. (1999). Portraiture. Consultado en Noviembre 17, 2008, de A history of photography, página web: http://www.rleggat.com/photohistory/history/portrait.htm * Moles, A (2001). La imagen, Comunicación funcional. México, D.F.: SIGMA. * Sontag, S (2008). Sobre la fotografía. México, D.F.: Alfaguara.